El pobre y humilde de corazón
He traído aquí este fragmento de la lectura de hoy
Me ha acordado de una persona muy querida. Una mujer que tuve la alegría de conocer y disfrutar de su amistad. Se llamaba Misue Nakashima. Esposa y madre de familia, aunaba la más dulce y humilde delicadeza con la energía y la pasión de un fuego luminoso. Estaba profundamente enamorada de Dios. La simple evocación de Jesús, le llenaba los ojos de luz y alegría. Su gran bondad no le impedía un sano realismo unido a un gran amor a toda persona que llegara a ella.
Nunca la ví haciendo acepción de personas. Todas le eran igualmente respetables y estimadas. La criada, el taxita o el Obispo, todos le eran importantes porque los contemplaba desde la mirada de Dios mismo.
Esposa de un ejecutivo, nunca la ví envanecerse por su posición social o por sus cualidades humanas. Siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitase con todos los medios a su alcance y con una sencillez fraternal. El dinero no era retenido por sus manos. Me conmovió el día que me entrego para la construcción de una pequeña ermita a la Virgen, todos los ahorros que guardaba para la boda futura de su hija. Cuando la joven entró en la vida religiosa, no consideró necesario retenerlos. Cumplía ella perfectamente esta palabra de S. León:
En sus últimos tiempos no quiso calmantes para su frágil cuerpo que se iba consumiendo en una dificil enfermedad cardiorespiratoria, "para poder participar un poco en los sufrimientos de Jesús y ofrecerlos para la salvación de l humanidad". Nos dejó a todos el aroma de un amor profundo, una dulce maternidad hacia todos cuantos la conocían, con la sencillez de una niña, con la sinceridad del que no tiene nada a temer ni a perder porque ya lo posee todo en el Amor, con la alegría de vivir en la gracia de Dios, y "gracia sobre gracia". Su familia y sus muchísimos amigos tnemos una amiga intercesora en el Cielo
Dichosos los pobres en el espíritu
No puede dudarse de que los pobres consiguen con más facilidad que los ricos el don de la humildad, ya que los pobres, en su indigencia, se familiarizan fácilmente con la mansedumbre y, en cambio, los ricos se habitúan fácilmente a la soberbia. Sin embargo, no faltan tampoco ricos adornados de esta humildad y que de tal modo usan de sus riquezas que no se ensoberbecen con ellas, sino que se sirven más bien de ellas para obras de caridad, considerando que su mejor ganancia es emplear los bienes que poseen en aliviar la miseria de sus prójimos.
El don de esta pobreza se da, pues, en toda clase de hombres y en todas las condiciones en las que el hombre puede vivir, pues pueden ser iguales por el deseo incluso aquellos que por la fortuna son desiguales, y poco importan las diferencias en los bienes terrenos si hay igualdad en las riquezas del espíritu. Bienaventurada es, pues aquella pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone su ambición en acrecentar la riquezas de este mundo, sino que desea más bien los bienes del cielo.
Después del Señor, los apóstoles fueron los primeros que nos dieron ejemplo de esta magnánima pobreza, pues, al oír la voz del divino Maestro, dejando absolutamente todas las cosas, en un momento pasaron de pescadores de peces a pescadores de hombres y lograron, además, que muchos otros, imitando su fe, siguieran esta misma senda. En efecto, muchos de los primeros hijos de la Iglesia, al convertirse a la fe, no teniendo más que un solo corazón y una sola alma, dejaron sus bienes y posesiones y, abrazando la pobreza, se enriquecieron con bienes eternos y encontraban su alegría en seguir las enseñanzas de los apóstoles, no poseyendo nada en este mundo y teniéndolo todo en Cristo.
De San León Magno
Sermón sobre las bienaventuranzas 95,2
Sermón sobre las bienaventuranzas 95,2
Me ha acordado de una persona muy querida. Una mujer que tuve la alegría de conocer y disfrutar de su amistad. Se llamaba Misue Nakashima. Esposa y madre de familia, aunaba la más dulce y humilde delicadeza con la energía y la pasión de un fuego luminoso. Estaba profundamente enamorada de Dios. La simple evocación de Jesús, le llenaba los ojos de luz y alegría. Su gran bondad no le impedía un sano realismo unido a un gran amor a toda persona que llegara a ella.
Nunca la ví haciendo acepción de personas. Todas le eran igualmente respetables y estimadas. La criada, el taxita o el Obispo, todos le eran importantes porque los contemplaba desde la mirada de Dios mismo.
Esposa de un ejecutivo, nunca la ví envanecerse por su posición social o por sus cualidades humanas. Siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitase con todos los medios a su alcance y con una sencillez fraternal. El dinero no era retenido por sus manos. Me conmovió el día que me entrego para la construcción de una pequeña ermita a la Virgen, todos los ahorros que guardaba para la boda futura de su hija. Cuando la joven entró en la vida religiosa, no consideró necesario retenerlos. Cumplía ella perfectamente esta palabra de S. León:
Sin embargo, no faltan tampoco ricos adornados de esta humildad y que de tal modo usan de sus riquezas que no se ensoberbecen con ellas, sino que se sirven más bien de ellas para obras de caridad, considerando que su mejor ganancia es emplear los bienes que poseen en aliviar la miseria de sus prójimos.Bienaventurada fue ella, y es ahora mas plenamente bienaventurada en el Cielo:
Bienaventurada es, pues aquella pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone su ambición en acrecentar la riquezas de este mundo, sino que desea más bien los bienes del cielo.
En sus últimos tiempos no quiso calmantes para su frágil cuerpo que se iba consumiendo en una dificil enfermedad cardiorespiratoria, "para poder participar un poco en los sufrimientos de Jesús y ofrecerlos para la salvación de l humanidad". Nos dejó a todos el aroma de un amor profundo, una dulce maternidad hacia todos cuantos la conocían, con la sencillez de una niña, con la sinceridad del que no tiene nada a temer ni a perder porque ya lo posee todo en el Amor, con la alegría de vivir en la gracia de Dios, y "gracia sobre gracia". Su familia y sus muchísimos amigos tnemos una amiga intercesora en el Cielo
1 Comments:
Gracias Maricruz por ese testimonio pleno de esperanza: todavía hay muchos santos!
Y los que hay por venir!
saludos y bendiciones desde Argentina
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