benedicite

Documentos y reflexiones de una cristiana

2005/04/04

El Papa que desea mi corazón


Benedicite!


Sé que Dios nos da los dirigentes que nos merecemos, cosa que habla muy mal de nuestra España zapatera y prezapatera.


Lo mismo puedo decir de nuestra Iglesia. Necesitamos lo que merecemos... o ¿merecemos lo que necesitamos?


Exceptuados los primeros siglos de la Iglesia cristiana, en que casi todos los Papas acababan mártires, jamás habíamos gozado de un siglo tan controvertido en la Iglesia, tan lleno de mártires y santos, conocidos o desconocidos, pero también con una serie de Papas que han brillado por su virtud y su amor a la Iglesia a la que se han entregado totalmente desde lo mejor de si mismos.


Hemos de reconocer que somos unos agraciados y no lamentar tantas inconsecuencias, tantas infidelidades, tantas luchas y desconciertos como hemos llegado a ver en los cristianos arrollados por las crisis.

Es bueno que reconozcamos que Dios sigue entre nosotros, con nosotros hasta el fin del mundo: Emmanuel! Cristo ha vencido a la muerte, Cristo ha vencido el pecado, Cristo ha vencido todo aquello que nos separaba de Dios y nos otorga la filiación divina. Desde su glorificación hasta el momento presente y en el futuro, El está con nosotros, actuando, sufriendo, amando, nunca dejará de estar con nosotros porque se hizo hombre y su humanidad ya glorificada está indisolublemente ligada a la nuestra. El Padre, ¿cómo no nos dará todo en Él?

Nuestra Iglesia del siglo XX es fecunda en Mártires, fecunda en sabios según el Espíritu, fecunda en cristianos santos, fecunda en un laicado que despierta a su identidad plena en la Iglesia, fecunda en una clerecía que se rehumaniza e intenta dejar a un lado la basura de los honores y títulos humanos. Fecunda de una vida religiosa empobrecida en número y estructuras inútiles, pero enriquecida de su pobreza, de su cercanía a todo ser humano, de su simplicidad y entrega escondida a Dios y, en Dios, a todos.

Aunque se vacien los edificios, quedan los cristianos. Aunque las parroquias cierren sus puertas, aun quedan habitaciones escondidas donde orar... Aun hay auténticos cristianos y "¿no sabéis que un poco de levadura hace fermentar toda la pasta?"
En realidad, aun nos falta progresar en la pobreza de corazón para poder anunciar el Evangelio con la total libertad de quien nada tiene a perder. Anunciar el Evangelio con la alegría de un corazón libre y alegre que comunica su tesoro, no con la autoridad de quien "se sabe poseedor y guardián de la verdad" y usa todos los medios para imponerla.

¿Hasta donde deberemos sentirnos pobres y perdidos para sabernos totalmente dependientes de la Sabiduría de Dios, de su fuerza y su amor? Tanto como para poder dar testimonio de nuestra fe sin complejos, sin agresividad, sin legalismos, como Jesús, por puro amor, aun sabiendo que mientras habrá alguien que escuche, muchos otros tendrán miedo y darán la espalda...

Esta digresión sobre nuestra vida cristiana, sobre la Iglesia, es para situarme en esta especie de meditación sobre qué Papa desea mi corazón.

Señor, yo querría un Papa alegre, libre y valiente como Juan XXIII, que sabe que es el Espíritu Santo el que conduce a la Iglesia. Un Papa de profundísima vida espiritual y lleno de sabiduría y ternura hacia toda criatura, como el grandísimo Pablo VI. Un Papa con la sencillez de Juan Pablo I, y un Papa con la energía y entrega de Juan Pablo II.

Necesitamos más aún. Un Papa capaz de centrar la Iglesia en lo esencial, no en el número, sino en la cualidad evangélica. No en el éxito de sus empresas, sino en la rectitud. No en el ejercicio de poder e influencia, sino la humildad y la pobreza de Jesús, el Manso y Humilde de corazón que no tenía donde reposar su cabeza. No en la organización y el control, sino en la confianza y la comunión. No en la Iglesia Católica multinacional, sino en la Iglesia Católica universal.

Necesitamos un Papa humilde que escuche a las Iglesias, Señor, y que le des el carisma de reunir lo disperso, fortificar lo debil, derribar lo poderoso, reorientar al perdido. Un Papa accesible; si fuera posible, sin papamovil ni boatos, como tú Señor te moviste entre tus discípulos, confiado en que la vida o la muerte eres tú quien las dispone. Que vida o muerte, ambas, serán para tu gloria.

Para que la Iglesia, cada cristiano, seamos levadura en la masa, aroma que se extienda por cualquier ámbito, sal que que de sabor a los corazones, luz en los pensamientos y palabras, y chispa capaz de encender un fuego entusiasta y contagioso en el alma, extraviada entre mil influencias de pensamiento y la pérdida del sentido de la propia existencia, sentido que mantiene despierto el entusiasmo y la esperanza.

Señor, ¿Merecemos un Papa así? Quizás no...! Mas, si por desgracia nuestra no lo mereciéramos, ¡sí que es seguro que lo necesitamos! Dios nuestro, No mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia y danos la paz y la unidad que tu pediste para nosotros... ¡Danos un nuevo Papa según tu Corazón!